En muchas ocasiones, son nuestras propias decisiones las que nos encaminan a las situaciones negativas que enfrentamos en la vida. Cuando nos enojamos fácilmente, causamos rivalidades, divisiones y partidismos; cuando nos sentimos envidiosos, borrachos o glotones; cuando cometemos inmoralidades sexuales, cosas impuras y viciosas; cuando adoramos la moda, el chisme o el carro; cuando practicamos brujería y mantenemos discordias, odios y celos, derribamos la protección espiritual que Dios ha dispuesto para guardar nuestra vida de los ataques malignos que buscan destruirnos a toda costa. Es como dejar la puerta de tu casa sin ningún tipo de cerradura, abierta de par en par, sabiendo que hay una ganga destruyendo propiedades en tu vecindario.
Cuando derribamos la verja de Dios que nos mantiene seguros, es imposible escuchar la suave y sutil dirección de Dios. Las voces enemigas nos gritan tan fuerte que no escuchamos cuál es el próximo paso que nos llevará a donde queremos estar.
Una simple oración construye nuevamente la verja de alto voltaje que mantiene distantes a los enemigos. Dile al Señor: "Padre, hoy regreso a ti. Perdóname por herirte. Necesito la guianza de tu Espíritu en mi vida para lograr tus planes. En el nombre de Jesús, amén."
Ahora, sigue el buen consejo de Pablo y ora TODO el tiempo. (No, no es imposible. Es estar consciente de esa conversación mental que tienes 24/7 y dirigirla a Dios.) El Espíritu Santo te hará saber cuándo hay que construir la verja otra vez.
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